Las heridas emocionales sufridas en la infancia pueden llegar a ocasionar enfermedades físicas reales. Esta en nuestras manos sanarlas.
Sabemos que cuando los daños emocionales recibidos en la infancia han sido muy intensos o muy prolongados en el tiempo, su impacto no sólo se produce a nivel emocional, sino que también tiene consecuencias fisiológicas. Una herida emocional puede afectar al cuerpo de múltiples formas: dolores, problemas gástricos, disfunciones sexuales, incluso, en casos extremos, pueden llegar a enfermar los órganos o aparecer síntomas neurológicos. A este fenómeno se le conoce como "somatización".
De niños, si no tenemos ningún adulto a nuestro cerca que nos muestre respeto, empatía y comprensión, con el que podamos hablar libremente nuestras emociones, acabamos por sentimos solos, confusos, desamparados y perdidos. Nadie nos ayuda a asimilar nuestras emociones, a encauzarlas, por lo que las callamos y las escondemos en lo más profundo de nuestro yo.
Y por más que escondamos y acallemos nuestras emociones, para sanar, éstas necesitan ser expresadas, verbalizadas, por lo que con el tiempo, pasan a pedir paso de otra forma, con dolores físicos.
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